Como hemos visto a lo largo de esta formación, siempre han existido desigualdades de género y discriminación por razón de sexo, así como etapas en las que la lucha contra estas situaciones discriminatorias ha tenido mayor relevancia y ha construido hitos que han permitido a la sociedad avanzar hacia un mundo más igualitario y respetuoso.
Las olas feministas que tienen lugar entre los siglos XVIII y XXI, las iniciativas legislativas y las acciones sociales de las últimas décadas y la creación de organismos específicos en materia de igualdad y violencia de género nos han llevado en la actualidad a un nivel alto de igualdad en nuestra sociedad. Sin embargo, no todo el camino está recorrido y la lucha no ha llegado a su fin. Aún podemos observar en nuestro día a día, en nuestro entorno, en el ámbito laboral, en los medios de comunicación... situaciones que no deberían producirse. Aunque pueda parecer que la solución a esto no está a nuestro alcance o que el problema es de tal envergadura que nos impide tomar parte activa, todos podemos, como individuos y miembros de la sociedad, llevar a cabo pequeñas acciones que pueden suponer un gran avance social. Por ejemplo, un aspecto al que a veces se le da menos importancia de la que tiene y que puede provocar muchas situaciones de desigualdad es el lenguaje. Una de las acciones que podemos realizar de manera habitual es cuidar nuestro lenguaje, hablar y pensar con perspectiva de género e intentar utilizar un lenguaje inclusivo, así como observar si nuestro entorno está haciendo uso del lenguaje de manera igualitaria. Y, en cuanto al entorno, algo que puede ser de gran ayuda es tener una actitud crítica y reflexiva acerca de los comportamientos que observamos a nuestro alrededor y actuar en consecuencia para no perpetuar acciones discriminatorias. Por último, uno de los aspectos que me resultan más importantes como miembros de la sociedad es estar informados. Estar informados nos ayuda a identificar las situaciones de desigualdad y acoso, a saber actuar frente a ellas y saber qué herramientas tenemos a nuestro alcance para combatirlas. Podemos mantenernos informados y proactivos a través de diferentes cauces, pero quizás uno de los más importantes y efectivos a nivel social es el tejido asociativo. El tejido asociativo ha sido una herramienta importante en la lucha feminista a lo largo de la historia, y sigue siendo uno de los principales elementos del movimiento.
Pero, en nuestro caso, además de ser individuos y miembros de la sociedad somos empleados públicos, formamos parte de la Administración del Estado. En este sentido, se abre ante nosotros un abanico de opciones con las que actuar frente a la discriminación y la desigualdad por razón de sexo o género. Nuestra condición de empleados públicos nos hace tener un mayor conocimiento acerca de los organismos a los que nos podemos dirigir ante situaciones de desigualdad. Y este conocimiento lo podemos utilizar para informar a nuestro entorno y ser el vehículo de transmisión de todas las herramientas, conocimiento... que está al alcance de todos pero muchas personas desconocen.
Además de los organismos como el Instituto de la Mujer, la Inspección de Trabajo y Seguridad Social... también están los Sindicatos, ante los que podemos exponer las situaciones de discriminación que podemos observar en nuestro entorno laboral y que nos pueden orientar sobre el procedimiento a seguir.
En un nivel mayor de implicación, podríamos tomar parte activa en la revisión y actualización de los protocolos e igualdad y acoso laboral, así como estar informados de los mismos y de las actualizaciones que sufran.
Por último, al igual que como individuos hablaba de la importancia de la información, como empleados públicos también cobra una mayor relevancia la formación. Existe al alcance de los empleados públicos formación en igualdad que se ofrece de forma periódica y que puede ayudarnos tanto a mejorar nuestro comportamiento, nuestro lenguaje... como a identificar y actuar frente a las situaciones de acoso o discriminatorias.
Todas estas iniciativas pueden parecer demasiado pequeñas e irrelevantes frente a la envergadura que toma el problema al que nos enfrentamos. Sin embargo, en las acciones cotidianas es donde empieza el cambio. No se puede empezar la casa por el tejado, y estas pequeñas acciones son las que mueven todo el engranaje que hace que se lleven a cabo los grandes cambios a nivel legislativo y social. Por lo tanto, es importante que cada uno hagamos lo que esté en nuestra mano para contribuir a que nuestro mundo avance en igualdad.